Luto mundial por la muerte del papa Francisco, el pontífice que revolucionó la iglesia católica
Murió el papa Francisco a los 88 años. El Vaticano confirmó su fallecimiento este martes a las 7:35 de la mañana (hora de Roma), tras varios meses de complicaciones de salud. Fue visto por última vez el pasado domingo, cuando dio la bendición pascual urbi et orbi ante más de 35,000 fieles.
La noticia causó impacto mundial. Presidentes, líderes religiosos y millones de fieles reaccionaron con pesar ante la partida de un pontífice que rompió moldes y se ganó el corazón de muchos.
“La Iglesia católica y el mundo pierden a un defensor de los débiles”, escribió el canciller alemán Olaf Scholz. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, afirmó: “Ha regresado a la casa del Padre. Su enseñanza y su legado no se perderán”. El presidente francés Emmanuel Macron expresó: “Una figura del lado de los más vulnerables y los más frágiles”.
El presidente de Argentina, Javier Milei, también reaccionó: “A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí”. La Casa Rosada publicó un comunicado destacando “la lucha del papado de Francisco para proteger la vida desde la concepción, promover el diálogo interreligioso y acercar la vida espiritual y virtuosa a los más jóvenes”.
En Honduras, la presidenta Xiomara Castro expresó su “profundo pesar” y recordó su encuentro con el Papa: “Fue un gran guía espiritual, cercano a los humildes, defensor de la paz, de los migrantes, de la justicia y del cuidado de nuestra casa común”. Agregó que durante su visita al Vaticano en 2022, Francisco la recibió “con afecto” y le compartió “valiosos consejos sobre cómo combatir la pobreza en mi país”. “Siempre llevo sus palabras como guía en mi caminar”, escribió Castro en X.
El mundo rinde homenaje. Las campanas de Notre Dame repicaron 88 veces. La Torre Eiffel apagará sus luces esta noche. En Italia se suspendieron los partidos de la Serie A. En el Vaticano comenzaron los preparativos para un funeral sobrio, como él mismo pidió: sin adornos ni pompas, como “cualquier hijo de la Iglesia”.
La revolución silenciosa del papa Francisco
El 13 de marzo de 2013, cuando apareció por primera vez en el balcón de San Pedro, no hubo discursos grandilocuentes. Solo dijo: “Buenas noches”. Aunque hablaba perfecto italiano, el idioma de sus padres, era argentino: el primer papa no europeo en casi trece siglos. Antes de impartir la tradicional bendición urbi et orbi, pidió a la multitud que lo bendijera. El gesto fue un adelanto de lo que vendría.
Rechazó el lujo desde el primer día. No usó capa papal ni zapatillas rojas, conservó su cruz de hierro y vivió en una sencilla suite de dos habitaciones en la residencia de huéspedes, no en el palacio apostólico. Comía en el comedor común y solía escabullirse para visitar prisiones, hospicios u hospitales, lavando los pies de los más marginados cada Jueves Santo. Decía que los pastores debían “ensuciarse las manos”.
Inspirado en San Francisco de Asís, pero también marcado por su experiencia como “Obispo de los barrios bajos” en Buenos Aires, abrazó a los pobres, los migrantes y los descartados. Publicó la encíclica Laudato Si’ para defender la Tierra, condenó el consumismo y el lucro excesivo, y cuestionó duramente la indiferencia hacia los refugiados. En Roma, alimentó a personas sin hogar y acogió a familias sirias.
En temas delicados, no siempre rompió la doctrina, pero dejó espacio para la compasión. Dijo de los homosexuales: “¿Quién soy yo para juzgar?”, y en Amoris Laetitia pareció abrir la puerta a que los divorciados vueltos a casar pudieran comulgar.
Condenó la hipocresía dentro de la Iglesia y trató de reformarla, aunque no siempre logró avanzar. Su mayor herencia fue insistir en una Iglesia más humana, misericordiosa y cercana.
Después de él, las grandes puertas del Vaticano podrían cerrarse lentamente, pero el eco de su revolución pastoral seguirá resonando en los rincones más olvidados del mundo.
Murió el papa Francisco a los 88 años. El Vaticano confirmó su fallecimiento este martes a las 7:35 de la mañana (hora de Roma), tras varios meses de complicaciones de salud. Fue visto por última vez el pasado domingo, cuando dio la bendición pascual urbi et orbi ante más de 35,000 fieles.
La noticia causó impacto mundial. Presidentes, líderes religiosos y millones de fieles reaccionaron con pesar ante la partida de un pontífice que rompió moldes y se ganó el corazón de muchos.
“La Iglesia católica y el mundo pierden a un defensor de los débiles”, escribió el canciller alemán Olaf Scholz. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, afirmó: “Ha regresado a la casa del Padre. Su enseñanza y su legado no se perderán”. El presidente francés Emmanuel Macron expresó: “Una figura del lado de los más vulnerables y los más frágiles”.
El presidente de Argentina, Javier Milei, también reaccionó: “A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí”. La Casa Rosada publicó un comunicado destacando “la lucha del papado de Francisco para proteger la vida desde la concepción, promover el diálogo interreligioso y acercar la vida espiritual y virtuosa a los más jóvenes”.
En Honduras, la presidenta Xiomara Castro expresó su “profundo pesar” y recordó su encuentro con el Papa: “Fue un gran guía espiritual, cercano a los humildes, defensor de la paz, de los migrantes, de la justicia y del cuidado de nuestra casa común”. Agregó que durante su visita al Vaticano en 2022, Francisco la recibió “con afecto” y le compartió “valiosos consejos sobre cómo combatir la pobreza en mi país”. “Siempre llevo sus palabras como guía en mi caminar”, escribió Castro en X.
El mundo rinde homenaje. Las campanas de Notre Dame repicaron 88 veces. La Torre Eiffel apagará sus luces esta noche. En Italia se suspendieron los partidos de la Serie A. En el Vaticano comenzaron los preparativos para un funeral sobrio, como él mismo pidió: sin adornos ni pompas, como “cualquier hijo de la Iglesia”.
La revolución silenciosa del papa Francisco
El 13 de marzo de 2013, cuando apareció por primera vez en el balcón de San Pedro, no hubo discursos grandilocuentes. Solo dijo: “Buenas noches”. Aunque hablaba perfecto italiano, el idioma de sus padres, era argentino: el primer papa no europeo en casi trece siglos. Antes de impartir la tradicional bendición urbi et orbi, pidió a la multitud que lo bendijera. El gesto fue un adelanto de lo que vendría.
Rechazó el lujo desde el primer día. No usó capa papal ni zapatillas rojas, conservó su cruz de hierro y vivió en una sencilla suite de dos habitaciones en la residencia de huéspedes, no en el palacio apostólico. Comía en el comedor común y solía escabullirse para visitar prisiones, hospicios u hospitales, lavando los pies de los más marginados cada Jueves Santo. Decía que los pastores debían “ensuciarse las manos”.
Inspirado en San Francisco de Asís, pero también marcado por su experiencia como “Obispo de los barrios bajos” en Buenos Aires, abrazó a los pobres, los migrantes y los descartados. Publicó la encíclica Laudato Si’ para defender la Tierra, condenó el consumismo y el lucro excesivo, y cuestionó duramente la indiferencia hacia los refugiados. En Roma, alimentó a personas sin hogar y acogió a familias sirias.
En temas delicados, no siempre rompió la doctrina, pero dejó espacio para la compasión. Dijo de los homosexuales: “¿Quién soy yo para juzgar?”, y en Amoris Laetitia pareció abrir la puerta a que los divorciados vueltos a casar pudieran comulgar.
Condenó la hipocresía dentro de la Iglesia y trató de reformarla, aunque no siempre logró avanzar. Su mayor herencia fue insistir en una Iglesia más humana, misericordiosa y cercana.
Después de él, las grandes puertas del Vaticano podrían cerrarse lentamente, pero el eco de su revolución pastoral seguirá resonando en los rincones más olvidados del mundo.